2/5/09

Suicidio

No se que es lo que hay de normal, anormal, supranormal o subnormal, pero la realidad es que mientras que todo el mundo se siente profundamente alterado ante cualquier noticia de un suicidio, a mi, cada vez mas a menudo, me parece una de las soluciones mas plausibles a los muchos problemas que acucian al ser humano del siglo XXI.

El otro día, durante el periodo de una hora, en mi familia circuló el rumor del posible suicidio de un pariente. Todo comienza con la noticia del suicidio de un alto ejecutivo de una importante empresa hortofrutícola de la localidad, y una simple coincidencia de apellidos es el desencadenante de todo.

Todo el mundo ha pensado siempre que cuando alguien toma la decisión de quitarse la vida lo hace en un arrebato de locura de amor (la mas poética de todas las locuras), locura clínicamente diagnosticada (la mas sana de todas la locuras) o de locura económica (la mas terrenal de todas las locuras después del crack del 29 en Wall Street).

Pero la causa del suicidio no es única y exclusivamente la locura. Una cordura bien llevada también puede conducirnos a él. Cuando se ha perdido el sentido de la vida (situelo éste cada cual allí donde desee) la locura no es tomar la decisión de acabar con ella, sino todo lo contrario; la locura propiamente dicha consiste precisamente en empecinarse en continuarla como si esta poseyera algo que la ha de hacer prevalecer ante nada y que nadie.

Considero que es el más alto e importante acto de libertad que cualquiera de nosotros puede realizar hoy en día. Si hay algo que nos diferencie de los animales es la racionalidad. Al carecer de ella, los animales están dotados del instinto de supervivencia, anhelan evitar todo peligro para su vida. El ser humano, al poseerla, esta condenado a decidir

18/4/09

Gabilondos



30/3/09

Condones


Menuda se esta organizando desde el Vaticano. ¡¡La están liando parda!! Pero como se suele decir: vayamos por partes. Todo ocurre desde las “inteligentísimas” palabras del señor Ratzinger en su visita al continente africano en las que el condón venia a ser un invento del demonio, como el neoliberalismo o las pipas facundo. No vamos a hablar de la enorme imprudencia que ha cometido este señor. Cuando casi la totalidad de la población esta enormemente sensibilizada con respecto a la necesidad de aunar esfuerzos en la lucha contra la pandemia en que se ha convertido en SIDA en el siglo XXI, estas palabras no suponen nada que no pueda ser considerado como un paso atrás, como una vuelta a la edad media en que todos deberíamos abandonarnos a la supuesta voluntad divina.

Las palabras de este imprudente anciano hubieran pasado con mas pena que gloria en cualquier otro continente, pero en África, las sensibilidades religiosas perduran inmutables desde hace siglos, allí cualquier cosa dictada por la santa iglesia es considerado un dogma que es creído y aceptado a pies juntillas. Después del enorme trabajo de multitud de organizaciones en materia de educación sobre la enorme importancia para la población africana del uso del preservativo como una medida de acabar con la progresiva contaminación de un virus que, dado el contexto económico en que se encuentra la mayoría de los países del continente, sigue siendo necesariamente mortal, produciendo una diezma en la población.

De lo que vamos a hablar es de lo que comúnmente se manifiesta en el ¡¡Haced lo que yo diga, pero no lo que yo haga!! Porque aquí la preocupación radica en que la finalidad del coito ha de ser la de reproducirse. Por eso estos “sabios ancianos señores” nos ordenan que cuando hagamos el amor con personas adultas, siempre de distinto sexo al nuestro, por supuesto, tenemos que hacerlo para tener hijos. Por eso centran sus preocupaciones en estos asuntos, porque la polémica de los abusos a menores siempre presente en el seno de la iglesia no muestra síntomas de tener carácter prioritario, ya que los niños y niñas de los que abusan no están en edad fértil, por lo que no atentan contra las normas de dios, que son las que al fin y al cabo han de prevalecer siempre en una sociedad que se precie.

Llegados a este punto se me ocurre que aquí la culpa de todo la tiene dios. En cierto, y lo digo en serio, porque todo hubiera resultado muchísimo mas fácil si nos hubiera dotado, como al resto de los animales, de ciertos periodos de celo en los que nuestro apetito sexual se despierta para cumplir con los designios de dios y una vez hecho esto desaparecer. Pues en lugar de eso, a nosotros nos “castigó” con un celo perenne, con la necesidad de luchar contra el deseo de fornicar con la única intención del placer, de aplacar nuestros instintos, ya sea con personas adultas de nuestro mismo sexo, de sexo opuesto o mediante el onanismo, conductas que legalmente deberían ser castigadas con penas durísimas. Aquí demuestran una vez más su sabiduría, y para tales menesteres eligen la conducta mas acertada, que no es la abstinencia, como muchos de nosotros ignorantes pensaríamos, sino que es el abuso infantil.

Entiendo que si la supuesta finalidad que otorgó dios a la copula entre humanos era única y exclusivamente la reproducción, se pueda llegar a considerar al preservativo como una manera de hacer frente a la supuesta voluntad divina. Pero del mismo modo entiendo que, si nuestra única misión en esta vida es la de hacer meritos para acceder a la vida eterna tras una muerte que llega única y exclusivamente a petición de dios, deberíamos estar igualmente en contra de todo aquello que suponga una manera de hacer frente a la supuesta voluntad divina. Pero, entonces, ¿Por qué no se castigó como debía al cirujano que operó al señor Wojtyla después de que el brazo armado de dios lo llamara a su presencia mediante una bala del calibre 9?

20/2/09

Comportamiento

Se me va a perdonar, pero como me toca los cojones que la gente cambie su comportamiento dependiendo de la persona con que se este. Pero en esto como en todo, hay casos y casos. Esta claro que, por muy republicano que uno admita ser, si mañana el rey toca a mi puerta, es casi normal que uno no sepa reaccionar y varíe su comportamiento considerablemente. Y lo acepto porque soy consciente de que Aristóteles tenia razón cuando decía que éramos animales sociales, por lo que mediante la socialización, hábitos como este, quedan casi justificados moralmente

A mi lo que me sienta igual que una caña rajada introduciéndoseme analmente (comparación que establezco con un saber hipotéticamente aceptado y no empíricamente comprobado) es que la gente de mi familia o mis amigos, de los cuales conozco perfectísimamente sus expresiones habituales y su manera de dirigirse a mi, a la mínima que llega cualquier tipejo o tipeja del tres al cuarto, personaje de poca monta, se siente en la obligación de convertirse en su mono de ferie personal, soltando por su boca todo tipo afirmaciones ofensivas hacia cualquier otra persona que no sea aquella con la que ha firmado un contrato de bufonearía personal.

Y me fastidia todavía mas porque yo he sido ese tipo de persona, ese mindundi que entra en un sitio, y de inmediato se ha encontrado con un aprendiz de vasallo personal que no ha escatimado esfuerzos ni habilidades a la hora de hacer comentarios y gestos ofensivos y descorteses hacia el resto de personas, con las que en mi ausencia demuestra un comportamiento ejemplar. Si yo alguna vez lo he hecho, cosa que creo poco probable, pido perdón al que se haya podido sentir ofendido. Digo que es poco probable porque conscientemente hago el pequeño esfuerzo mental de tener esto siempre presente.

24/1/09

Generación

Qué tiempos aquellos. Uno se da cuenta que se ha convertido en un viejo en el momento en que una reunión con amigos se convierte en un contar batallitas de los años de colegio o instituto. Eso a mi ya me ha pasado, por lo que hoy me quiero para a echar un vistazo atrás a lo que ha sido mi vida, y para ello he recurrido al mensaje en cadena en que se hace valer a la generación del 83.

Nuestra memoria histórica comienza, con suerte, con la caída del muro de Berlín. Yo no tuve tanta suerte, la mía desgraciadamente comienza con el divorcio de mis padres allá por noviembre de 1991. Se supone que somos la última generación que hemos aprendido a jugar en la calle y en los recreos del colegio a las canica, a los trompos, a la vez, somos la primera que hemos jugado a video juegos, hemos ido a parques de diversiones o visto dibujos animados en color. En este sentido, no podemos quejarnos.

Entramos al colegio cuando el 1 de noviembre era el día de Todos los Santos y no Halloween. Nosotros solo hemos tenido a los tres Reyes Magos, que venían una vez al año y no siempre traía lo que pedíamos. Aunque por otro lado, a base de escucharlo una y otra vez, habíamos aceptado como cierto el discurso de que lo hemos tenido todo, a pesar de que los que vinieron después de nosotros sí lo tienen realmente, y nadie se los dice. Esto si es verdad que me molesta sobremanera, pero me aguanto, que cada palo aguante su vela.

Fuimos los últimos en grabar canciones de la radio en casettes y los pioneros del walkman y del chat. Aprendimos a programar el video antes que nadie, jugamos con el Atari, Supernintendo, etc. Somos la generación de los Thunder Cats, los Transformers, las Tortugas Ninja, el Correcaminos, 'Oliver y Benjí' y los otros Supercampeones, de Los Pitufos, Los Magníficos, el Príncipe de Bel-Air, los Caballeros del Zodiaco y Dragón Ball. Fuimos los que lloramos con la madre de Marco que no aparecía y la pobre Clara que no podía caminar.

En definitiva, es cierto eso de que tuvimos libertad, fracaso, éxito y responsabilidad, y aprendimos a crecer con todo ello. Yo soy uno de ellos, y la verdad es que me produce cierta alegría y orgullo. Por eso no voy a ensuciar el momento hablando de nada mas, simplemente me voy a quedar aquí, regodeándome en esta sensación de superioridad que me invade en este momento, la cual reconozco como insana y poco beneficiosa, pero para una vez que me visita, no le voy a cerrar la puerta.