24/1/09

Generación

Qué tiempos aquellos. Uno se da cuenta que se ha convertido en un viejo en el momento en que una reunión con amigos se convierte en un contar batallitas de los años de colegio o instituto. Eso a mi ya me ha pasado, por lo que hoy me quiero para a echar un vistazo atrás a lo que ha sido mi vida, y para ello he recurrido al mensaje en cadena en que se hace valer a la generación del 83.

Nuestra memoria histórica comienza, con suerte, con la caída del muro de Berlín. Yo no tuve tanta suerte, la mía desgraciadamente comienza con el divorcio de mis padres allá por noviembre de 1991. Se supone que somos la última generación que hemos aprendido a jugar en la calle y en los recreos del colegio a las canica, a los trompos, a la vez, somos la primera que hemos jugado a video juegos, hemos ido a parques de diversiones o visto dibujos animados en color. En este sentido, no podemos quejarnos.

Entramos al colegio cuando el 1 de noviembre era el día de Todos los Santos y no Halloween. Nosotros solo hemos tenido a los tres Reyes Magos, que venían una vez al año y no siempre traía lo que pedíamos. Aunque por otro lado, a base de escucharlo una y otra vez, habíamos aceptado como cierto el discurso de que lo hemos tenido todo, a pesar de que los que vinieron después de nosotros sí lo tienen realmente, y nadie se los dice. Esto si es verdad que me molesta sobremanera, pero me aguanto, que cada palo aguante su vela.

Fuimos los últimos en grabar canciones de la radio en casettes y los pioneros del walkman y del chat. Aprendimos a programar el video antes que nadie, jugamos con el Atari, Supernintendo, etc. Somos la generación de los Thunder Cats, los Transformers, las Tortugas Ninja, el Correcaminos, 'Oliver y Benjí' y los otros Supercampeones, de Los Pitufos, Los Magníficos, el Príncipe de Bel-Air, los Caballeros del Zodiaco y Dragón Ball. Fuimos los que lloramos con la madre de Marco que no aparecía y la pobre Clara que no podía caminar.

En definitiva, es cierto eso de que tuvimos libertad, fracaso, éxito y responsabilidad, y aprendimos a crecer con todo ello. Yo soy uno de ellos, y la verdad es que me produce cierta alegría y orgullo. Por eso no voy a ensuciar el momento hablando de nada mas, simplemente me voy a quedar aquí, regodeándome en esta sensación de superioridad que me invade en este momento, la cual reconozco como insana y poco beneficiosa, pero para una vez que me visita, no le voy a cerrar la puerta.