11/12/06

Cuervo



Del paraíso al infierno hay solo un paso, o mejor unos kilómetros, que bastan para que el eterno sol nade bajo las cumbres de su tercer hijo: el fuego. Es entonces, cuando el sol esta mas cerca del infierno que de la humanidad, cuando cualquiera de los Ángeles caídos saca la cabeza del asfalto, aburrido de la oscuridad que le hemos fabricado, y vaga por entre la penumbra del atardecer, momento en el que la sangre llueve eternamente hasta la noche y los mosquitos cumplen su cometido como discípulos de un vampiro o del señor de las moscas. Y tras la sangre, la agonía hacia la vida. Igual que la noche, un cuervo despliega sus alas de oscuridad. No oculta el sol a nadie, nadie se lo oculta a el. Me asomo a la noche, complaciente al verla con mis ojos y sentirla en mis neuronas y no, como dicen, debería ser. Yo no soy un Ángel caído ni espero serlo. Los Ángeles caídos no tienen lugar a donde ir cuando su sombra los alcanza. Sin embargo yo tengo el cielo. El cielo es mi vida poblada de tantas personas como estrellas (Aunque este cubierto y no pueda verlo), y mi mente (Yo), a veces son borrascas y otras, vientos que las alejan. Pero si se lo que soy: un cuervo, un joven cuervo aprendiendo a elegir, extraer y paladear los mejores globos oculares; aprendiendo a surcar la oscuridad del mejor modo.

1 comentario:

Chasky dijo...

Un cuervo que quiere vivir y para eso a veces hay que ser un poco malo.